domingo, 24 de junio de 2012

De una pieza




    
A los que creáis que el traje de baño es un invento moderno, os diré que la historia nos cuenta que más o menos en el 1.600 a.C. un alicatador siciliano en los mosaicos de la villa de Plazza Amerina nos dejó un catálogo de trajes de baño de dos piezas (calzón y strophium); bien es cierto, que refleja escenas deportivas, y se intuye que la finalidad del modelito no era que su portadora se tostara al sol.
Pasados los años, allá por la segunda mitad del siglo IV a.C., Thais, una cortesana ateniense, utilizó una especie de tanga para bañarse junto con Alejandro Magno y todo su ejército (¡los más de 40.000 hombres?!), quienes no tuvieron la decencia de ponerse ni siquiera un taparrabos estilo Rappel.

 
Con la caída del imperio Romano, aunque se le empezó a dar mucha importancia a la limpieza de espíritu, la del cuerpo se dejó un poco de lado, y eso de bañarse, con ropa o sin ella, no se llevaba mucho, y en el caso de que algún friki lo hiciera, era desnudo.

En el siglo XVII, Madame de Maintenon, primero amante y luego esposa secreta de Luis XIV de Francia, consiguió que las parisinas pudieran bañarse en el Sena, llevando unas camisas de baño que le daban poco trabajo a la imaginación una vez que se mojaban.

Un siglo después, en 1822 la Duquesa de Berry se da un bañito playero en Francia, totalmente vestida. Mientras tanto, al otro lado del Canal, en Inglaterra, las mujeres pudientes ponían de moda las máquinas de baño, consistentes en una cabina con ruedas (y ahora nuestro Manolo de turno se queja por un quítame allá la sombrilla, la neverita y un par de tumbonas de nada) donde se cambiaban y se ponían una batita de franela larga hasta los pies y sujeta al cuello (¡eso sí que es sexy y glamour!) y eran arrastradas por caballos o sirvientes (en aquella época, eran casi lo mismo) hasta la orilla, donde, bajando una escalerita, podían meterse en el agua.


Los primeros trajes de baño seguían las tendencias de la ropa de calle: mucha tela y poca comodidad. En principio se confeccionaron en punto, pero al mojarse colgaban por todas partes, por lo que empezaron a utilizarse materiales más pesados, como sarga o franela y se añadían plomos para favorecer la caída de las túnicas. Como el corpiño, el cuello alto y la manga larga les parecía poco, incorporaron las enaguas “de lavandera”, confeccionadas en tafetán. Todo ello acompañado de zapatos de tacón bajo y unos gorritos la mar de coquetos, capaces de camuflar la belleza de la mismísima Giselle Bündchen. A la comodidad y la belleza se añadía el pequeño problemilla de que mojado pesaba entre 9 y 13 kilos, lo que favorecía que la bañista tuviera que optar por el submarinismo, yéndose al fondo como una piedra.

Los felices años 20 nos trajeron unos bañadores de una sola pieza, ceñidos, con mangas y falda hasta la rodilla.

Aunque en las décadas siguientes la cantidad de tela fue menguando, la gran revolución de esta prenda tuvo lugar en la década de los 60, con la invención de la lycra, lo que permitió la confección de prendas elásticas.

Dicen los tratados de moda que en época de crisis el bañador le gana al bikini, será por eso que este año, aunque nosotras nos empeñemos en el dos piezas, en las pasarelas el bañador ha ganado la partida.

Aunque mi odio por las marcas del sol en la piel me hacen preferir el bikini, ninguna temporada puedo resistirme a tener un bañador negro. Como este verano no va a ser menos, me quedo con la propuesta de Asos para causar sensación en la terracita playera.

En el mismo color, Andrés Sardá nos traé un híbrido bañador-triquini, fantástico.

Triumph nos permite camuflar el fracaso de la operación bikini.

Y Guillermina Baeza se apunta a las asimetrías.
No os dejéis engañar por su escasez de tela, porque en esta prenda podemos encontrar todas las tendencias de la temporada.

El blanco nos lo traen Carioca,
y Gottex (aunque se me meta arena en las sandalias, a Dios pongo por testigo, que si eres mío, iré en bañador hasta que Papá Noel trepe por mi chimenea).


La misma marca nos acerca al mint, color tendencia del año.

Los colores fluor vienen de la mano de Red Point,
Dolores Cortés para Special K,
o H&M.
Me ha encantado el estilo retro de Women’ Secret,

o Accesorize,

Nos llenan de flores el modelo Touch de Guillermina Baeza,
H&M,
o Etham (¡Hawai espera!),
Cortefiel nos envuelve en un pañuelo,

Me ha enamorado la tendencia tribal que nos propone La Perla en su Antelope Sauvage (no hay león que se resista…),
Recogen el testigo Yamamai y sus flecos,

o el print tribal de Venca.


Merece un Nóbel el diseñador del bañador moldeador, como el que he encontrado en Women’s Secret.
¡No hay excusa para no lanzarse al agua!

domingo, 17 de junio de 2012

Summertime blues



Adoro el azul. No sólo eso. Casi todo lo que va unido al azul, me gusta. Me gusta mirar el cielo. Me encanta el mar (soy gallega, no puedo evitarlo). Escuchar a B.B. King o a Muddy Waters tocando un blues, hace que una lágrima escape de mis ojos (azules, por supuesto). Claro que también hay veces que no le cojo yo el tono al azul. Por ejemplo, ¿qué es eso del Principe Azul? Eso estará muy bien para Pitufina, pero, a mi edad, ya paso de cuentos y donde esté un plebeyo de 1’80, que se quite un enano con gorrito y patucos, por mucha sangre real –y azul, claro está- que tenga. 

El color azul se relaciona con la mente, la salud, la estabilidad, el conservadurismo y la paz. Será por eso que la mayoría de los superhéroes tienen algo azul en su uniforme. Fijaos, si no, en el Capitán América, Spiderman (si me tiene que salvar un arácnido, me pido “muerte”), Superman (la salvación del mundo en manos de un tío que ni siquiera sabe que los calzoncillos van debajo de los pantalones, ¡así nos va!) o, mi favorito, Supercoco (todos los que van de héroes son unos negados, pero él, al menos, lo reconoce, ole y ole).

Todos los veranos, y éste no podía ser menos, la moda se viste de azul. Desde el turquesa al azul noche (el nuevo negro), no hay colección en la que no hayamos visto prendas azules.

Alexis Mabille presentó unos fabulosos brocados azules (la sombra de ojos, se le fue un pelín).

La pasarela de Alta Costura de Chanel se vistió de azul en sus trajes de noche (¡aaaaay!),


Y en sus fantásticos vestidos de cóctel.


Alexandre Vauthier nos convierte en ninfas acuáticas.


Y Lanvin talla una nube para nosotras.


Balmain combina los tonos más claros con dorado (¿cómo se puede ser tan chic?)


Cuando sea mayor (esta noche mismo, para que esperar más) quiero ser una mujer Ferragamo.


Me han encantado los shorts que presenta Nº 21.


Mathew Williamson siempre me hace pensar en un chill-out plagadito de camas balinesas.


Pero de todas las propuestas que han desfilado por las pasarelas, me quedo con Issa London. He entendido lo que es el amor a primera vista cuando me he encontrado frente a frente con sus caftanes.


Y no me ha quedado ninguna duda de que soy infiel cuando me ha salido al encuentro esta maravilla.


Me he encontrado una versión pobre (¡qué nadie se moleste!) de flecos azules en Zara.


Dos perchas a la derecha me he rendido a esta falda de guipur, absolutamente fantástica (¿podré esperar hasta las rebajas? ¿quince días? ¡ni hablar!).


Tal y como está el termómetro, me puede dar un vahído al probármela, pero esta chaqueta me ha conquistado.


Mango nos propone un maxivestido estupendo para ir divinas de la mañana a la noche.


El azul de sus pantalones me ha hipnotizado.


En Blanco me ha encantado esta americana con estampado pañuelo, un must de la temporada, que promete quedarse durante el otoño (tenedlo en cuenta a la hora de hacer la wish list de rebajas).

Yo, por mi parte, prometo ir a la caza y captura de este trench.

Y pienso hacer noche en la puerta de Massimo Dutti para que nadie me robe esta maravilla en seda (os lo advierto, estoy armada y soy peligrosa…)



Aunque no os atreváis con un total look, no podréis escapar del clutch que propone Prada –rafia de lujo.

O podéis dejar que las estrellas de mar abracen vuestros pies, amaestradas por Miu Miu.

Sin palabras me dejan los slippers de de Lord of the Manor que he visto en Asos.
Pero como sin mis plataformas no soy nada, me quedo con la propuesta de Zara,
O con el fantástico tacón de metacrilato que he visto en Stradivarius.


Veo algo azul y siento mariposas en el estómago.